Editorial

Tiempos de influenza

Es prácticamente imposible no hablar de los momentos que está atravesando el país. Obviamente, mucho se ha hablado del origen del problema, de las cifras, de las recomendaciones. Todo ello es materia de otros espacios. Lo que resulta de cuidado es que la influenza deje de ser una enfermedad humana para convertirse en una enfermedad económica y especialmente del canal de distribución.


Efectivamente, no sólo se trata de los miles de restaurantes cerrados o de la poca afluencia de consumidores a otros establecimientos. También habrá que esperar repercusiones a mediano y largo plazo debido al descrédito originado por la práctica común de nombrar la epidemia de acuerdo al lugar donde ocurre, como en el caso de la Gripe Española (1918 a 1919) o la Gripe de Hong Kong (1968) y muy probablemente ahora la Gripe Mexicana, o como ya se le ha empezado a llamar “la influenza porcina mexicana”.

Esto no sólo hará que nuestro país sea relacionado por el turismo como sinónimo de enfermedad, sino que también ayudará a que empresas que tenían contemplado realizar proyectos e inversiones en suelo mexicano decidan postergar su participación en nuestra economía, como si la crisis económica de los últimos meses no hubiera sido ya suficiente freno.

Además, es de esperarse que muchas empresas mexicanas afectadas pospongan sus inversiones en tecnología, al menos momentáneamente, lo cual podría repercutir a mediano plazo en el canal de TIC, aunque aquellos integradores que logren ofrecer soluciones (comunicaciones unificadas, respaldo y restauración, VPN, virtualización de escritorio, etcétera) capaces de ayudar a una empresa a sortear eficientemente situaciones, como la que recién enfrentó nuestro país, podrían reportar un incremento en sus ventas a raíz de los hechos recientes.

A pesar de que este problema tiene proporciones que en México no se veían desde principios del siglo pasado, para muchos son una exageración las medidas emprendidas por el gobierno; sin embargo, no hace falta analizar demasiado los alcances de esta epidemia. Si no lo cree, haga memoria: ¿cuántas veces había visto que suspendieran las clases, se jugaran partidos de futbol a puerta cerrada, que las cadenas de restaurantes sólo vendieran comida para llevar y que se haya planteado la posibilidad de suspender el transporte en la segunda ciudad más grande del mundo.

No pinta fácil el futuro cercano y ahora, más que nunca, el canal tiene que demostrar de qué está hecho, de otro modo podría enfermar irreversiblemente.

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