Editorial

Desertificaciones o certificaciones

El título, amable lector, viene en la forma de un juego de palabras, desde la desertificación, que no es otra cosa que la acción y efecto de desertificar –o sea transformar en desierto enormes extensiones de tierras fértiles–; hasta la certificación, acción y efecto de certificar, o sea asegurar, afirmar, dar por cierto algo o hacer constar por escrito una realidad por quien tenga fe pública o atribución para ello.

El tema que nos atañe, el de la certificación, es asunto de todos los días, sobre todo para los canales en cuya propuesta comercial hay valor agregado, ya sea en consultoría o en la prestación de servicios; por principio especializados, por conveniencia (necesariamente se traducen en mejores márgenes) administrados o suministrados a distancia y bajo responsabilidad entera del reseller.

 

Sin embargo, hay una sequía de distribuidores certificados, vaya, pareciera el canal un desierto donde los resellers certificados no brillan por su cantidad; donde, a falta de oasis, los innumerables granos de arena de la distribución de volumen, bajos precios y márgenes ridículos hacen las dunas del desierto.

 

Pero aquí, cabe aclarar, la falta de certificaciones no es asunto tecnológico, sino de negocio, de procesos internos, de calidad, de buena administración y de buena tesorería, así como de protección al medio ambiente.

 

Esa falta, escasez, como la de agua, debe ser revertida a la brevedad posible y es que la certificación, en el caso de nuestro canal, es dos cosas a la vez: constancia de alguien con atribución y, sobre todo, certeza que debe considerarse como punto de partida para la competitividad.

 

Esta certeza es una necesidad para las empresas que desean crecer, como expone el artículo escrito por Alejandra Pérez y cuyo tema es el de las certificaciones entre los desarrolladores de software, quienes las requieren para competir contra empresas internacionales, incluso.

 

En estas páginas se plantea que las certificaciones son una necesidad y recordamos el caso de Enrique Araiza, recientemente electo presidente de la Anadic Metropolitana, cuya empresa alcanzó la certificación ISO 9000:2001 y cuyo ejemplo podrá ser seguido por los distribuidores organizados pues es claramente una ventaja competitiva.

 

La industria de desarrollo de software, expone nuestra reportera, ha hecho su esfuerzo, pero tiene una gran ventaja: puede aspirar a alcanzar una certificación ad-hoc que le permitirá crecer desde las condiciones de la mayoría de ellas: micros, pequeñas y medianas empresas mexicanas de software cuentan ahora con la guía de Moprosoft –norma creada principalmente por Hanna Oktava–, adecuada a su tamaño económico, y que de muchas maneras representa un apoyo que por fuerza hará fuertes y grandes, amén de competitivas, a muchas de nuestras empresas de la industria de creación de software.

 

La Secretaría de Economía y Prosoft expresan de esta forma un apoyo que de necesario pasó a ser permanente, al menos transexenal, para beneficio de la industria y el país mismo.

 

Cambiemos pues de las desertificaciones a los esfuerzos necesarios para las certificaciones de cada vez más empresas del canal y la industria de tecnologías de información y telecomunicaciones.

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