Editorial

La elección del trabajo

La semana pasada estuvo llena de paradojas e incongruencias, sobre todo en lo que respecta a la política nacional; para unos terminó un ciclo y en otros recae la responsabilidad de hacer caminar a este país.

Y es por ese objetivo que eSemanal hace un enérgico llamado a la clase política en general, ya sea de color verde, amarillo, azul o tricolor, para que de una vez por todas le dé a este país lo que realmente se merece.

 

Educación y tecnología son dos ejemplos muy claros de lo que este país adolece y donde la industria a la que servimos puede y debe aportar. Ese 1% de inversión en tecnología suena tan mal como la paupérrima inversión en educación que presumimos ante el mundo. Y es precisamente donde debemos poner nuestro talento y liderazgo, sobre todo porque hay tela de dónde cortar.

 

Veálo si no, estimado distribuidor: hay cientos de municipios donde los esfuerzos de equipamiento tecnológico han brillado por su ausencia; hay regiones enteras del país que ansían tener acceso a la tecnología. Y no sólo son ansias o sueños guajiros, son la perfecta vacuna para dejar de voltear a ver los exabruptos de la política.

 

En nuestra industria somos líderes porque somos profesionales, sabemos leer números, tenemos identificados los lugares donde hacen faltan nuestros servicios y manejamos las tendencias en nuestro favor y en beneficio de nuestros clientes.

 

Los políticos, por su parte, a pesar de contar con la información sobre las necesidades del país, son incapaces de traducirla en acciones favorables para sus clientes, que son los ciudadanos de a pie que sufren sus malas decisiones.

 

Nosotros somos ciudadanos e iniciativa privada, nosotros trabajamos con ahínco y proponemos, nosotros creamos en alguna medida la riqueza que no crean los políticos de ninguna filiación, credo o color. En nosotros, pues, por ese motivo de ser creadores de riqueza, debería quedar muy claro nuestro papel y seguir desempeñándolo como el mejor de los actores.

 

Y es que somos actores económicos y no políticos, pues aunque nos demos cuenta de que las tribunas fueron tomadas por los azules y les respondieron los amarillos con la misma cerrazón, no debe importarnos lo que digan de México en el extranjero por estos malos actores políticos.

 

Esos asuntos son de colores, ni siquiera el buen quehacer político está con ellos, todo lo contrario. Y, por tanto, nosotros no podemos prestarle atención, mucho menos darle importancia a una pelea que sólo detiene a México. Pelea política que no es nuestra ni debería afectarnos, porque todos esos arriba de la tribuna no generan empleos ni riqueza, nosotros sí.

 

Elijamos nuestros trabajos, nuestras iniciativas y nuestros esfuerzos para reducir las diferencias entre todos los mexicanos.

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