Columnas

Tecnología y… ¿productividad?

Quienes usamos la tecnología, somos nosotros; quien le puede dar el sentido de productividad a la tecnología, es el individuo.

Cómo hablar de tecnología y productividad sin pensar primero en el ser humano. Durante múltiples ocasiones hemos oído que la relación de la tecnología con la productividad es fundamental y una de las preocupaciones constantes tanto de las empresas que generan tecnología, como de los usuarios, ya sean organizaciones o individuos.


 


En términos básicos esta relación se refiere al uso eficiente de la tecnología en función de un objetivo, por lo general de negocios. Esta ecuación es fundamental, ni duda cabe; sin embargo, al realizarla con frecuencia nos olvidamos de la variable realmente valiosa en ella: el ser humano. Quienes usamos la tecnología somos nosotros; quien le puede dar el sentido de productividad a la tecnología, es el individuo.


 


El uso “productivo” de la tecnología por parte del ser humano podría remontarse a los primeros objetos que nuestros milenarios antepasados crearon y utilizaron para cazar, comer, vestirse, pintar, cosechar, etcétera, modificando con dicho uso no sólo su entorno físico, sino su forma de ver el mundo, sus percepciones y, quizá lo más importante, su propio desarrollo interior, tanto cerebral como psicológico y emocional.


 


Hoy, en esta edición especial de eSemanal por su aniversario, me gustaría que usted, amigo lector, se tomara unos minutos y pensara cuáles son los efectos del uso de la tecnología en su vida, en la de sus hijos, amigos.


 


Tomar todas las variables posibles llevaría mucho tiempo, por eso vamos a concentrarnos en solamente tres de ellas. Quizá no sean las más importantes, pero sí son, en cierta medida, interesantes.


 



Vida sexual


¿Cómo nos la ha cambiado la tecnología? ¿Cómo nos la puede cambiar? De entrada, la cantidad disponible de información en Internet relacionada con el sexo es tan abrumante, que no es necesario decir mucho más.


 


Recuerdo de mi época de estudiante que leer por ejemplo al Marqués de Sade –con todas las variables en relación con la sexualidad que en sus libros se podían encontrar– era un atrevimiento y considerado casi una perversión a realizarse entre penumbras. Nuestra imaginación inclusive no alcanzaba a visualizar todo lo que ahí se narraba.


 


Hoy, basta escribir la palabra adecuada en el buscador para ver desplegadas en la pantalla (que por cierto a veces está en la recámara de los niños) imágenes perfectamente explícitas que no requieren de mucha imaginación.


 


Con Internet nada dejamos a la imaginación y quizá valga la pena preguntarnos si es importante la imaginación en nuestra sexualidad. Seguramente un sexólogo nos podrá dar detalles al respecto. Sin embargo, esta es una pregunta para la cual cada uno tiene su propia respuesta. Lo que es un hecho es que el “conocimiento” sexual que se encuentra en la red está generando efecto en nosotros.


 


Desde los obsesionados con el “cibersexo”, pasando por los aprendices de brujo que detrás de un teclado se atreven a todo, hasta quienes descubren a edad temprana lo que es un menage a trois, sin necesidad de saber francés.


 


¿Qué hacemos con esto? Amigo lector, no tengo las más remota idea. Lo único que puedo pensar es que es importante atender a los efectos que este conocimiento inmediato –en la punta de nuestros dedos y de nuestros hijos (en un futuro no muy lejano) de manera literal (http://optics.org/articles/news/11/7/4)– tiene sobre nosotros.


 


Socialización. Seguramente ha escuchado por ahí de aquellos que se conocieron por Internet y terminaron casándose, o de ese otro que se la pasa conectado buena parte del día (y de la noche) a su computadora. Interactuamos, socializamos con nuestros amigos a través de la tecnología.


 


Estamos “conectados”, “disponibles” a través de la tecnología. Nos conocemos, nos comunicamos gracias a ella. Realmente creo que en este sentido la tecnología ha ayudado.


 


Sin embargo, ¿hasta dónde esta interacción tecnológica nos permite conocer realmente a otras personas y ser conocidos por ellas?


 


Alguien puede expresarse muy bien en el mail, pero en persona resulta que habla como coche mal carburado; otra puede sonar muy “interesante” en el messenger, pero en persona ser una “desagradable” sorpresa. ¿Amigos por Internet? ¿Hasta dónde?


 


Podemos pensar que al fin y al cabo los hombres, mujeres y niños de este siglo tenemos lo que necesitamos: no mucho tiempo para profundizar y un poco más para socializar. Quizás entonces lo recomendable es irse por el justo medio: no pretender hacer a un lado la tecnología, como aquellos paradójicos románticos del siglo XIX, que aún viven entre nosotros, a los que no les gusta hablar con máquinas (y que por ello no dejan recado en la contestadora, aunque sí usan el email, ven la TV, usan el horno de microondas, etcétera); y no interactuar exclusivamente a través de ella, como aquellos que no sabemos si son reales o virtuales, mujeres, hombres o cosas, porque lo único que nos da pistas de su personalidad son las variaciones en la imagen de su messenger o su nickname.


 


Tal vez pensar en una mezcla adecuada entre el contacto personal y a través de la tecnología es algo que tenemos que aprender y enseñar a nuestros hijos para tener certeza y seguridad en nuestras relaciones sociales.


 



Uso del tiempo libre. Recuerdo que en mis días de estudiante una de las discusiones del marxismo (en ese entonces se estudiaba en la Universidad) era que al final del día lo que Marx buscaba para el obrero era que tuviera la misma libertad que tenía el burgués: libertad para disponer de su tiempo. Ya fuera para actividades productivas o improductivas, la libertad estaba en la posibilidad de disponer del tiempo.


 


Se daba por sentado que el ser humano, al no tener que vivir para trabajar ni trabajar para vivir (fin utópico del comunismo) podría, por iniciativa propia, usar su tiempo para generar arte, conocimiento, etcétera.


 


Si Marx hubiera imaginado que en los últimos 30 años la tecnología ha buscado, entre otras cosas, darnos más tiempo libre, seguramente la habría visto como una valiosa herramienta impulsora del desarrollo humano.


 


Sin embargo, hoy día en que disponemos de tecnología que, por lo menos en teoría, nos da más tiempo libre, paradójicamente, hemos decidido atarnos a ella. ¿Qué haría usted con su tiempo libre si un día no pudiera disponer de computadora, PDA, celular, automóvil, TV y videojuegos?


 


Seguramente, para muchos, sería peor que un día sin mexicanos en Los Ángeles. La tecnología es, definitivamente, una variable fundamental en la vida de todos nosotros. Sin embargo, ¿disponemos de ella para mejorar nuestra vida?, o ¿nuestra vida está disponible para ella?


 


*El autor fue por un breve periodo de tiempo editor de PC Semanal; desde entonces ha desarrollado una sólida carrera en las relaciones públicas para empresas de tecnología.

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