Columnas

De las necesidades creadas a la adicción

Yo sé desde hace mucho que la mercadotecnia nos crea necesidades; la moda es un ejemplo de ello. Recuerdo en estos momentos cuando Bo Derek salió en la película 10, la mujer perfecta, en la que traía un original peinado hecho de muchas trenzas. La imitación no se hizo esperar y muchas mujeres en éste, y probablemente otros países, se hicieron las famosas trenzas “a la Bo”. Se creaba así una necesidad, temporal, como todas las modas.

Hace relativamente poco tiempo, para poner un ejemplo más cercano, se pusieron de moda las pulseras de hule amarillas. Después salieron n imitaciones y muchas otras para apoyar causas diversas. Quien no se comprara su pulsera de plástico parecía estar fuera de moda. Y esta necesidad creada (por los medios en la mayoría de los casos), desemboca siempre en mayores ventas.

 

Y aunque este mecanismo mercadológico es típico, a veces raya en actitudes que bien podrían catalogarse como fuera de la ética comercial más elemental. Por ejemplo, consideremos el tabaco. Todos sabemos que hace daño a los pulmones y que, además, causa adicción. La pregunta aquí es si es ético vender un producto que causa adicción en la gente. Las compañías tabacaleras siempre dirán que ellos no le ponen una pistola en la cabeza a nadie para que fume, pero es claro que “engancharse” con el tabaco puede ser cosa fácil y vaya que los que quieren dejar de fumar sufren porque el síndrome de abstinencia es terrible. Para mayor descaro, Phillip Morris, una de las compañías tabacaleras más grandes del mundo, pone un anuncio que parece una burla al consumidor (www.philipmorrisinternational.com/MX/pages/spa_MX/ysp/YSP.asp). Si finalmente fuese cierta su preocupación, no promoverían el tabaco en los medios como lo hacen, ¿o sí?

 

Pero el punto aquí es que en el cómputo moderno pasan estas cosas, producto -de nuevo- de las ideas de la mercadotecnia, que son sin duda éticamente sospechosas, por decir lo menos. Por ejemplo, America OnLine (AOL) durante mucho tiempo hizo una promoción para que la gente probara su sistema, dando cuentas de correo gratuitas por un tiempo limitado de prueba, si mal no recuerdo, 30 días. Al término de dicho período, uno podía descontinuar la cuenta o empezar a pagar por la misma. Todo ahí parece normal, pero es reprobable, porque si me hago de una cuenta en AOL y empiezo a intercambiar correspondencia desde ahí, mis amigos y contactos darán por buena esa cuenta. No sé cuántos correos podré mandar y/o recibir, pero es claro que al final del tiempo de la oferta, prácticamente me sentiré obligado a pagar por la misma, pues ya todos mis amigos saben que en AOL tengo mi cuenta.

 

Más de uno podrá decirme que exagero, pero veamos este otro ejemplo: Microsoft permite instalar Office XP por un tiempo de prueba definido; creo que menos de un mes. Al final de la oferta gratuita, hay que pagar por la licencia de uso; si no se hace, el sistema bloquea todo el Office. Una amiga mía se hizo de esta versión de prueba (se dedica a escribir). De pronto me habla y me dice que su Word está bloqueado. Claro, se le acabó su período de prueba y ahora, a pagar, ¿verdad? Pues sí, pero si ya se hicieron una centena de documentos en MsWord y ahora el Office XP está bloqueado, ¿qué tal que no me convenció MsWord y no lo quiero más?, ¿cómo recuperar los archivos? Vaya, si Microsoft me dejara con una versión recortada de MsWord, entonces no objetaría nada, pero no, me bloquea todo.

 

¿Se vale entonces crear la necesidad y después cortarla de cuajo si no se paga? ¿No es el mismo fenómeno que la adicción al tabaco? (y sí, lo sé, Microsoft otorga “gratuitamente” en Windows el programa WordPad, pero éste dista de ser una versión recortada de MsWord de XP, que conste). La solución en este caso, además de pagar, está en cambiarse a Open Office (www.openoffice.org) el cual se parece en su última versión a MsWord y, además, permite leer los documentos creados con ese programa.

 

Pero no vayamos tan lejos. Si usted usa Office en su Windows 95/98/ME y se hace de la versión XP de Windows, si quiere instalar en esta versión su viejo Office, el sistema le dirá que son incompatibles; es decir, WinXP es incompatible con sus propios sistemas. Eso suena raro y muy sospechoso, ¿o no? Si se supone que uno migra a un sistema operativo más moderno cuando las aplicaciones anteriores pueden ser usadas ahí ¿o también ahí me equivoco? ¿O es que Microsoft no pudo hacer el Office 98 compatible con XP? Yo no me trago ese cuento si ésa es la justificación para venderle a uno Office XP.

 

Yo puedo entender muchas de las políticas de las empresas de software, pues finalmente yo me dedico también a programar. Lo que simplemente me parece éticamente reprobable es llevar a los usuarios de las necesidades creadas a la adicción en un producto de cómputo.

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