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Sin innovaciones organizacionales no se aprovecha la nueva tecnología

En un análisis de Ricardo Zermeño, director General de Select, se menciona que el concepto de innovación es amplio y frecuentemente ambiguo, tiene diferentes acepciones para distintas personas. Para muchos, la mención de innovación tecnológica despierta imágenes de costosos laboratorios de investigación, dedicados a empujar las fronteras del conocimiento científico. Para otros, en un extremo opuesto, innovación puede ser tan simple como la utilización de un nuevo empaque en un producto existente.

En 1939, Joseph Schumpeter, economista y sociólogo austriaco, hizo una distinción clara entre invención e innovación, identificando tres grandes fases del cambio tecnológico: 1) Invención: la generación de una idea o prototipo técnicamente factible; 2) Innovación: la introducción de la invención al mercado; 3) Difusión; la adopción continua de la innovación por los usuarios potenciales.

 

Más tarde otros economistas prestaron atención al surgimiento de una ciencia industrializada, como otra fuente importante de cambio tecnológico, a través de los centros de investigación y desarrollo (IDE ó R&D de sus síglas en Inglés). Desde entonces la IDE se ha considerado como una fase clave en la creación de tecnología, muy orientada a la generación de invenciones, en la medida de lo posible patentables.

 

En la actualidad, se entiende que la generación de nuevas tecnologías resulta de una serie de actividades entrelazadas; una visión más sistémica y dinámica del proceso de cambio tecnológico. Las nuevas tecnologías son el resultado de la interacción entre actividades que tienen lugar de manera simultánea; investigación y desarrollo (IDE), invención, innovación y difusión.

 

 

El cambio tecnológico tiene su mayor impacto en la sociedad hasta que la innovación se adopta de manera generalizada y sus beneficios o desventajas se hacen presentes en toda la economía. Para que esto suceda se deben cumplir varias condiciones; entre ellas, rebasar una cierta masa crítica y adoptar innovaciones complementarias, en particular innovaciones organizacionales. Paul David, un historiador económico de la Universidad de Oxford, señaló como ejemplo, que pasaron 40 años para que la introducción de la energía eléctrica tuviera un efecto visible en la productividad. En un principio, las empresas usaban grandes motores eléctricos centrales, imitando la forma en que se explotaba la máquina de vapor. No fue hasta que se empezaron a rediseñar las plantas, instalando los motores eléctricos en cada máquina, que se obtuvieron saltos importantes en la eficiencia de las operaciones. !Estos cambios se dieron hasta que la electricidad alcanzó el 50% de penetración del mercado¡. Por otro lado, Alfred Chandler, en su estudio sobre el capitalismo industrial de 1880 a 1920, estimó que las innovaciones organizacionales y no las tecnológicas fueron las que generaron el 50% del crecimiento económico del periodo.

 

Los primeros esfuerzos por desarrollar la capacidad tecnológica de un país se enfocaron en las actividades de investigación y desarrollo (IDE). Sin embargo, promover la IDE no ha sido suficiente; es necesario estimular todo el proceso de innovación, incluyendo las inversiones "intangibles" asociadas, que cubren no solamente la IDE y otras actividades científicas y tecnológicas, sino también gastos complementarios en software, entrenamiento, re-ingeniería de procesos y en general, la re-organización de las empresas.

 

Schumpeter hizo también un extraordinario trabajo al clasificar las innovaciones en dos tipos, según su impacto; innovaciones radicales e innovaciones incrementales; las radicales cuando se difunden, tienen un impacto muy amplio y disparan las grandes transformaciones de la economía mundial, mientras que las innovaciones incrementales alimentan el cambio de forma continua. Ejemplos de innovaciones radicales a lo largo de la historia son la máquina de vapor, la electricidad, el petróleo, el automóvil y la microelectrónica.

 

Es por ello, que muchos países están buscando identificar e invertir en las innovaciones radicales que sustentarán la economía del Siglo XXI; muchos impulsan las tecnologías de información y comunicaciones (TIC), la nano-tecnología y la biotecnología. Sin embargo, los más visionarios están planteando nuevas formas de organización económica y social que sustenten y complementen a estos avances técnicos. El éxito de México radicará en la integridad y la velocidad con la que adoptemos estas nuevas formas de colaboración y de aprendizaje organizacional continúo, que hoy se reconocen como las bases de una sociedad de la innovación y el conocimiento.

 

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