Editorial

A volar a otros cielos

En estos tiempos, en que se desechan innumerables cantidades de recursos humanos y monetarios para ganar la más estúpida de todas las guerras de la historia humana, es común ver volar a empresas y personas con rumbo lejano al universo de las TIC.

En estos tiempos, en que se desechan innumerables cantidades de recursos humanos y monetarios para ganar la más estúpida de todas las guerras de la historia humana, es común ver volar a empresas y personas con rumbo lejano al universo de las TIC.
Lo anterior atañe al ámbito del mayoreo, corporativo, agencias de relaciones públicas e incluso periodístico.
Como se ha podido observar en otros escaños de la pirámide tecnológica mexicana, siempre que existe una crisis, la cuerda revienta por lo más delgado.
¿A qué me refiero? La crisis electrónica dio al traste con esos proyectos con cimientos de humo, entonces llamados puntocoms. Cientos de juniors mexicanos y estadounidenses apostaban los recursos familiares o se apoyaban en incubadoras de sueños, para, al final de cuentas, perder su patrimonio en el primer gran sismo electrónico.
Quedaron los fuertes, pero enseguida la industria de las telecomunicaciones tocó fondo, llevándose de por medio a cuanta compañía carente de solvencia en sus proyectos encontró; por ello, los fabricantes se hicieron más delgados, hicieron el consabido recorte de personal e incluso, los más afectados terminaron por vender las empresas que compraron.
En nuestra industria, paralelamente se volvió común que varios distribuidores decidieran alejarse, definitiva o momentáneamente, de este mercado. Algunos optaron por atacar otros nichos para sobrellevar la aguda recesión económica; un ejemplo lo vimos con la extinta Novitech, que en su tiempo decidió atacar el mercado de la aeronáutica.
Ahora que hay una guerra que amenaza con prolongarse y extenderse a otros países, ¿qué sucederá con nuestro sector? Es obvio que una guerra larga terminará por deprimir al mercado y en este contexto habrá compañías que de plano no subsistirán.
Tenemos los ejemplos de las crisis anteriores —y de las decenas que hemos vivido como país—. En general, las compañías y personas con proyectos sólidos de negocio y personales son las que suelen sobrepasar de mejor manera estos difíciles momentos; por ello, siempre hay que tener en mente la existencia de un “plan b”, en caso de que las cosas no funcionen de la forma adecuada.
Es preciso apostar por aquello que realmente genere utilidad. Quizá, hoy no es el momento de apostar por nuevos proyectos, por la gran dependencia del comportamiento de los mercados exteriores. No hay que pensarlo demasiado, es probable que venga una mayor crisis y quien se confíe podría verse en la necesidad de volar a otros cielos con más nubes de por medio.

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