
La digitalización del sector público en México ¿Revolución o espejismo?
Una promesa que suena bien… pero no siempre se cumple
Durante años, la idea de que la digitalización transformaría al gobierno en una máquina ágil, transparente y cercana al ciudadano, se ha repetido como un mantra, es cierto que hoy podemos realizar trámites como renovar el pasaporte o consultar documentos oficiales, sin las fatigosas filas que antes parecían interminables.
Esta modernización representa un aliento fresco para millones de mexicanos acostumbrados a un sistema que, durante décadas, se sintió más como un laberinto oscuro que como un camino claro hacia la eficiencia. Sin embargo, no todo lo que brilla es progreso genuino, muchas veces la tecnología se viste con ropajes novedosos, pero carece de sustancia real, dejando en evidencia una resistencia institucional tan arraigada como un viejo roble que se niega a ceder su lugar.
En varias oficinas, la impresión de documentos electrónicos “por si acaso” y el recelo hacia la firma digital son vestigios que revelan cuánto falta para cambiar verdaderamente la cultura administrativa.
A la par de esta realidad, México cuenta con un arsenal tecnológico prometedor: las soluciones GovTech, la interoperabilidad entre bases de datos y la autenticación remota, podrían tejer un sistema en el que el SAT, el IMSS y el INEGI conversen sincrónicamente, eliminando trámites redundantes y dando paso a una administración más fluida y humana.
La imagen de este escenario, aunque a veces parezca un espejismo lejano, no está fuera de nuestro alcance. Sin embargo, la carencia de talento especializado dentro de las propias dependencias es un lastre difícil de sortear; los bajos salarios y la burocracia actúan como barreras infranqueables que alejan a los expertos que podrían ser los arquitectos de esta transformación.
Este entorno crea un círculo vicioso donde la modernización queda atrapada en la teoría, y el cambio estructural se convierte en un anhelo más que en una realidad palpable.
La transformación ética entre sombras digitales
Digitalizar no significa limpiar el alma del sistema. A menudo, la tecnología adopta nuevos disfraces para esconder viejas prácticas: sistemas que aparentan transparencia y eficiencia pueden, en realidad, ser escenarios diseñados para perpetuar favoritismos y opacidades.
La corrupción, lejos de desaparecer, muta con astucia; se vuelve más difícil de rastrear, más sofisticada, como un camaleón que cambia de piel para sobrevivir en el ecosistema digital. He sido testigo de plataformas que prometían abrir las puertas de la justicia y la igualdad, pero que en la práctica servían para sesgar procesos y beneficiar a unos cuantos, este fenómeno evidencia que la digitalización sin un compromiso ético profundo no es más que un juego de espejos donde la ilusión de progreso oculta la realidad.
Este contraste entre modernidad y rezago genera una paradoja constante para el ciudadano: una cara del gobierno accesible y eficiente a través de la pantalla, y otra atrapada en la burocracia y el papeleo que niega cualquier avance real.
Cambiar esta dinámica no se limita a implementar nuevas tecnologías, sino que exige una transformación en las mentes y corazones de quienes dirigen y operan las instituciones públicas, es aquí donde las soluciones tecnológicas deben ir acompañadas de una cultura organizacional que abrace la transparencia, la responsabilidad y el servicio como valores fundamentales.
En este punto, la participación activa de los canales de distribución se vuelve fundamental, no solo como proveedores de tecnología, sino como agentes transformadores que impulsan la digitalización ética y efectiva, su experiencia puede ser el puente que conecta la innovación tecnológica con las necesidades reales de las dependencias, facilitando la adopción de sistemas que integren seguridad, trazabilidad y accesibilidad.
Al ofrecer soluciones robustas y confiables, estos intermediarios no solo venden productos, sino que contribuyen a reconstruir la confianza entre gobierno y sociedad.
Más allá de la tecnología, la visión de futuro
México enfrenta una oportunidad única en esta era digital, la combinación de talento joven, el auge de startups innovadoras y una creciente conciencia social sobre la importancia de la eficiencia administrativa crean un terreno fértil para el cambio. Sin embargo, la verdadera digitalización no puede ser una moda pasajera ni depender del ciclo político; requiere de un compromiso firme y constante, así como de inversión a largo plazo.
La improvisación o la visión cortoplacista son enemigos mortales de cualquier proyecto que aspire a perdurar y a generar beneficios reales.
A lo largo de nuestra historia reciente, hemos visto cómo proyectos tecnológicos nacen con gran expectativa y luego son olvidados o sustituidos con cada cambio de gobierno, dejando una estela de recursos desperdiciados y desconfianza ciudadana.
La planificación, la evaluación continua y el mantenimiento son los pilares indispensables para que la digitalización se convierta en una herramienta de transformación social y administrativa, solo así podrá emerger un sistema que no solo digitalice documentos, sino que también transforme procesos, anticipándose a las necesidades del ciudadano y facilitando su interacción con el Estado.
Este reto también abre una puerta para que los canales de distribución establezcan alianzas estratégicas y relaciones de confianza con las entidades públicas, la oferta de servicios y soluciones integrales, acompañadas de soporte continuo y adaptabilidad a las particularidades de cada dependencia, puede convertir a estos actores en socios indispensables para el éxito de la digitalización.
No se trata únicamente de vender tecnología, sino de aportar valor real y sostenido que impulse la modernización.
Finalmente, la verdadera revolución digital del sector público en México será aquella que vaya más allá de la simple tecnología y se traduzca en un cambio tangible en la experiencia ciudadana y en la cultura gubernamental.
Solo con voluntad, coherencia y visión compartida se podrá romper con el viejo paradigma burocrático y dar paso a un México moderno, accesible y justo, donde la digitalización sea la herramienta que acerque a los ciudadanos a un gobierno eficiente y honesto, y no un espejismo que se desvanece con el tiempo.
* El autor es Reportero de eSemanal.