Columnas

La Tierra Prometida

La convergencia de tecnologías llegó como caída del cielo, pues dio pie para que muchos distribuidores basaran su negocio en los servicios y ya no en los fierros

Cualquiera que lleve algunos años en contacto con esta industria lo ha visto una y otra vez: cada cierto tiempo surge una nueva palabra mágica que promete guiar los pasos de la tecnología y de los servicios, y de inmediato todo el mundo la integra a su lenguaje cotidiano, con la esperanza de que –ahora sí– hayamos llegado a la Tierra Prometida en materia tecnológica.


 


¿Ejemplos? ATM, thin clients, data warehouse, cliente-servidor, 3G, outsourcing, TV interactiva, Wi-Fi y un largo etcétera. Algunos de ellos realmente han dejado huella, otros fueron más bien intrascendentes; lo que sí ha sido un común denominador, es el hecho de que prácticamente todos acaban quedando de lado para dar paso a un nuevo rey que, en los meses subsiguientes, habrá de ocupar el centro de la atención, y así sucesivamente.


 


En medio de esta dinámica que tanto se asemeja al mundo de la moda –y que por ello mismo no suele dar pie a transformaciones profundas del sector–, un caso de excepción es la llamada convergencia tecnológica. Hace ya unos ocho años que el término surgió en el horizonte, como una manera de referirse al fenómeno que en ese tiempo estaba gestándose en cuanto a integrar tecnologías diversas en una misma infraestructura.


 


Como en muchos otros casos, el concepto fue gustosamente acogido por parte de la industria, pero en éste hubo una diferencia: en vez de un rápido ciclo de ascenso y descenso, el fenómeno de la convergencia se ha afianzado, y al paso del tiempo se ha ido extendiendo en varias direcciones. Esto, por cierto, no es casualidad: la convergencia responde a necesidades concretas tanto de los usuarios corporativos –soluciones más simples– como de la industria –economías de escala–, de ahí que todo el mundo haya recibido positivamente su aparición en el horizonte.


 


Primero fue la unificación entre las redes y los sistemas. Hoy es difícil identificar una frontera clara entre ambos mundos, pero hace unos años las cosas eran muy distintas: las empresas que vendían computadoras no eran las mismas que vendían soluciones de conectividad en nivel del canal de distribución.


 


En ese sentido, llama la atención el eslogan de la entonces joven Sun Microsystems: “The Network is the Computer” (“La Red es la Computadora”) era en esos tiempos un planteamiento en verdad vanguardista, que al paso de los años –con la llegada de Internet y la generalización de las redes amplias y locales– en gran medida se ha vuelto una realidad.


 


En esta consolidación entre el mundo de los sistemas y el de las redes, el canal ha jugado un papel de especial relevancia. Porque, por el lado de los fabricantes, apenas hay unos cuantos cuyos portafolios abarcan algo de ambos mundos, y en la mayoría de los casos cada fabricante sigue teniendo un área de especialidad; de tal modo que la labor de construir soluciones e infraestructura unificadas ha quedado en manos de los distribuidores –generalmente integradores–, que se encargan de resolver las necesidades acordes para cada proyecto.


 


En los tiempos en que nació PC Semanal (antes de llamarse eSemanal), el panorama para el canal de distribución era por demás simple: compra cajas, asegura un buen margen, véndelas y tendrás la vida arreglada. Pero a medida que los márgenes de utilidad empezaron a bajar, ese modelo tuvo que cambiar y los “mueve-cajas” prácticamente pasaron a la historia.


 


Había que adoptar alguna forma de especialización, y en ese contexto la convergencia de tecnologías llegó como caída del cielo, pues dio pie para que muchos distribuidores basaran su negocio en los servicios y ya no en los fierros, y así podían mantener márgenes de utilidad aún bastante decentes.


 


El proceso ha seguido avanzando, y la siguiente etapa está teniendo lugar hoy, en la llamada convergencia entre voz y datos. El término no es nuevo, y ya hace mucho que comenzaron los esfuerzos –y experimentos– para que las redes de datos sirvan también para transmitir voz.


 


Sin embargo, no fue sino hasta hace poco que esta tendencia realmente se ha empezado a afianzar, cosa que está sucediendo en forma de Voz sobre IP (VoIP). Más allá de las modalidades baratas (telefonía a través del web), que más bien se prestan para usuarios caseros y de bajo presupuesto, la llegada de VoIP de nueva cuenta abre oportunidades de negocio para el canal de distribución. Esto puede darse en dos vertientes: a) integrando soluciones a la medida de cada cliente en específico, lo cual implica desde diseñar la solución y conseguir los componentes tecnológicos necesarios, hasta la instalación y puesta en marcha, y b) aliándose con los operadores telefónicos que están ofreciendo el servicio de VoIP para fungir como su brazo operativo a la hora de llevar las soluciones al mercado.


 


Tal vez pronto ya no se hable más del tema. El fenómeno está arraigándose tanto, que poco a poco deja de ser tema de conversación. Aun así, y aunque ya nadie la llame por su nombre, es un hecho que la convergencia llegó para quedarse, y eso es algo de lo que el canal se tiene que congratular.


 


*El autor, de formación académica en la ingeniería, fue editor de PC Semanal y Net@; posterior a lo cual ha colaborado para empresas de consultoría e investigación de mercados para la industria de TIC.

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