Editorial

¿Un mundo nos vigila?

La poca respuesta de los usuarios de telefonía celular para dar de alta sus respectivas líneas telefónicas en el Registro Nacional de Usuarios de Telefonía Móvil (Renaut) es resultado de la falta de credibilidad en las instituciones que proponen, debaten y ejecutan las leyes en el país.

A tres de días de que se cumpliera el plazo de registro, la Comisión Federal de Comunicaciones (Cofetel) reportaba que de las más de 80 millones de líneas que existen en México, poco más de 53 millones se habían registrado.

El objetivo del Renaut es evitar que se cometan ilícitos desde un aparato celular; sin embargo, desde la propuesta, el plan de ejecución estuvo mal planteado. Ejemplo de ello es que las reglas no son claras para los usuarios, mucho menos se sabe si dichas normas están debidamente redactadas o el problema es hacerlas saber al público.

A la fecha, ni el titular de Cofetel, ni los senadores encargados de la respectiva Comisión o algún vocero de la SCT han dado a conocer quiénes y en qué situaciones tendrán atribuciones para bloquear o intervenir las líneas telefónicas de los usuarios.

Otro punto en torno al Renaut es la cabalidad y moralidad de los responsables del registro, pues a muchos nos quedó la incertidumbre del caso del Renave, en el que, por cierto, la autoridad aún no dice qué pasó con los datos de ese proyecto.

En cuanto a mitos, existe la paranoia de la intervención a la privacidad de los usuarios; no obstante, se sabe que esta práctica siempre ha sido aplicada con facilidad, pues las herramientas tecnológicas están a la mano de cualquiera.

Por ejemplo, en las empresas, cuando las aplicaciones demandan más ancho de banda, se sugiere poner aceleradores de aplicaciones y monitoreo del tráfico en la red, donde la compañía que ocupa la portada de esta edición tiene una propuesta de canales distinta; sin embargo, todos los proveedores recomiendan establecer políticas de acceso a la Red, de acuerdo con las necesidades de los usuarios y evitar que la navegación que no está relacionada con el trabajo, o los procesos de la orgaanización, se convierta en un hábito que merme la productividad.

Con este tipo de políticas y herramientas no es raro darnos cuenta de que un mundo nos vigila; sin embargo, si en muchas compañias se tuviera una cultura de proactividad, optimización y mejora de procesos no existiría la necesidad de establecer restricciones o monitoreo de actividades y conductas, claro está que este tipo de situaciones son oportunidades para integrar aplicaciones que ayuden al cumplimiento de objetivos de las organizaciones.

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