Editorial

¿Original o similar?

Es un problema añejo en el que está implícito el estira y afloja: los productos similares contra los originales. En distintos nichos de mercado se ven reflejadas estas arduas batallas.

Primero, en la automotriz, pues los distribuidores oficiales hacen lo posible por retener a sus clientes; ofrecen garantías de varios años o miles de kilómetros en autopartes o refacciones, con la salvedad de que dicha garantía será omitida si al cliente en cuestión se le ocurre reparar su auto en los denominados “tallercitos”.
Por ende, el comprador entra en un dilema existencial y sobre todo económico: los servicios en las agencias son sumamente costosos (insultan al intelecto con aquello de la mano de obra). Si el usuario goza de alto poder adquisitivo o compró un auto de lujo, no tendrá problema y hará válida su garantía; no obstante, si su economía es media, se aguantará hasta que termine la garantía para acudir a su “tallercito de confianza”. Pero si de plano el cliente entra en una crisis económica, la garantía pasará a segundo término; pues el servicio de un Chevy cuesta lo mismo que el de un BMW. Obviamente todo esto se trata de un gancho comercial perfectamente válido para retener clientes, pero la opción final la tiene el usuario.
Ahora entremos al concepto de los originales contra similares: la originalidad significa calidad y confianza, pero también estatus e incluso moda. No es lo mismo “Las Tortas Originales de Don Pepe” que “Don Pepe y sus Tortas Originales”, aunque a lo mejor saben y cuestan lo mismo.
En nuestro mercado sucede un fenómeno similar. En el mercado de insumos de impresión existe toda una gama de soluciones: originales, similares y rellenados, pero sólo nos abocaremos a las dos primeras. Los originales están supeditados a sus creadores, casi con las mismas garantías y obligaciones que ofrece la industria automotriz. En muchos casos, los cartuchos similares son tan competitivos como los originales, no obstante, el usuario y el distribuidor entran en otro dilema existencial: la garantía, la fidelidad con su fabricante, puntos perdidos por ventas, rebates y todo lo demás.
No es materia de este espacio juzgar si se trata de una práctica monopólica o un simple juego mercadológico. Tal como sucede con los autos y las “Tortas de los Pepes”, el usuario e incluso el reseller, son los que determinarán qué tan rentable y válida es la estrategia de las garantías. La respuesta está en las necesidades económicas y sociales de cada individuo y empresa, pero sobre todo, en una cultura como la mexicana que siempre tiende a vivir de las apariencias aunque éstas no sean originales.
¿Usted por quién apostaría en el futuro, originales o similares?

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