Editorial

¿De pirata a pirata?

Todo mundo habla sobre las consecuencias que viven las empresas de software con relación al mercado negro. Las pérdidas son cuantiosas: por cada suite de escritorio que se vende en México, son comercializadas ocho piratas. También se ha dicho que la pelea contra dichos usurpadores no tendrá tregua; no obstante, sabemos que tampoco fin.

Es un fenómeno que mina el desarrollo del país, pues se pierde empleos y, por ende, los fabricantes nacionales no apuestan al sector por miedo a perder su inversión; además de la consabida corrupción que envuelve a todo el proceso. Para el distribuidor representa un reto, hay quienes piensan que el mejor margen de ganancia -casi de 100%- lo dejan los programas apócrifos. Mientras tanto, las diversas asociaciones de canal ponen todo el empeño para erradicar a los socios que habitualmente practican la piratería.
Pero es necesario ver la otra cara de la moneda; es decir, la del usuario. Sabemos de antemano que muchos fabricantes de software fueron o son incompatibles consigo mismos en busca de un fin común: que el usuario actualice constantemente el sistema, lo que implica hacer negocio seguro.
Después de duras críticas e incluso juicios legales, los fabricantes se cuadraron; pero todavía falta otro punto por analizar: la obsolescencia tecnológica como un ardid comercial o como una necesidad por alcanzar la perfección virtual.
En otras palabras, hay quien requiere equipos de última milla debido a las necesidades de su empresa, porque su empleo así lo requiere e incluso por estatus o moda. Por otro lado, hay usuarios y compañías que quedan satisfechos con lo indispensable; sin embargo, la mercadotecnia de la innovación rápidamente les hace creer que es obsoleto lo que realmente no lo es, pero, ¿por qué las televisiones no se renuevan cada año?
En suma: ganar dinero a toda costa también implica pagar derecho de piso, lo que implica que la piratería es un efecto bajo las leyes del Talión. Todos los fabricantes se quejan amargamente, y con razón, pero ¿acaso alguna vez se habrán puesto verdaderamente en el otro lado de la moneda?; entonces ¿quién sumará más quejas?

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