Editorial

Atrás de la frustración

No se puede poner en tela de juicio lo siguiente: subcontratar la maquila de equipos a terceros es un negocio rentable para las partes involucradas, se esté o no de acuerdo.Se trata de una práctica muy demandada por compañías que no tiene la experiencia o dinero o que no se les da la gana maquilar sus propios equipos.

El “fabricante” contratante se quita dolores de cabeza e incursiona en nuevos nichos de mercado. El subcontratado hace buenos negocios y el resultado son productos de calidad, con garantías y generalmente, más costosos.
Se trata del arte de la mercadotecnia: hacer hermoso lo bonito y bonito lo feo. Hay varios ejemplos en otros campos: ropa, autos, químico – farmacéutico, refresquero, belleza, etcétera. Generalmente el usuario final no tiene la menor idea que adquiere un producto más caro con la misma calidad que su igual, pero que no tiene la mágica palabra que hace subir su estatus social o autoestima.
En nuestra industria vemos como existen computadoras personales, impresoras, equipo periférico e incluso con el mismo diseño, donde la diferencia es la marca, y claro, servicio, garantía y precio. Además no se puede dejar de lado que los márgenes pueden ser superados, lo cual benéfica al distribuidor.
Se trata de un fenómeno cuyo origen son las palabras, la retórica de las fantasías que inducen al consumidor a comprar productos, bajo la siguiente promesa: serás mejor persona en este globalizado mundo.
No caeremos en el debate ético de si es moralmente adecuado, o si debería haber una legislación al respecto, o si sería necesario dar a conocer al usuario la verdad de las cosas, porque incluso si lo supiera a la mejor optaría por comprar el producto maquilado por terceros, aduciendo que “primero es la elegancia” o como decía Oscar Wilde, “lo primero es el estilo, lo demás no importa”.
Además sería caer en un debate que no le conviene a nadie; no obstante, puede dejar como conclusión que la mercadotecnia va más allá de resaltar los atributos de servicio o producto: es un mundo de verdades aparentes o fantasías que satisfacen un ego cimentado en realidades falsas o frustración.
Finalmente vivimos en un mundo pragmático, donde los postulados humanistas se volvieron obsoletos. Es necesario crear demanda y necesidades para vender y sobrevivir, en un mundo donde inclusive los que subcontratan, también adquieren trajes, perfumes, carros y artículos de belleza hechos por terceros, cerrando así el círculo de la frustración.

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