Editorial

Negocios alternos

Los mexicanos nos caracterizamos por tener ingenio, sacamos provecho hasta de las situaciones más complicadas. Podríamos definirnos hasta como “oportunistas”, en un buen sentido de la palabra. Aquí, algunos ejemplos.

Las clases económicamente de escasos recursos tienen que sacar provecho de cualquier acontecimiento que pueda producir algo de plata; vender paraguas en tiempos de lluvias, tapabocas cuando el Popocatéptl emana ceniza, o bien, aprovechar la venta de CD piratas cuando algún genio musical deja este mundo.
Por su parte, la clase media vive al borde de la inanición burocrática. Basa sus expectativas de vida en un plan de jubilación, educan a sus hijos en escuelas particulares para que sean mejores que sus progenitores y generalmente están altamente influenciados por las tendencias sociales, estéticas y económicas que rigen a la clase alta.
Cuando las cosas marchan mal, optan por poner un nuevo negocio; un cafecito, comercializar esencias o pomadas tipo Avon, o alguna clase de promoción al puro estilo de Ominitrition. La cosa es sobrevivir y decir, “ante todo la elegancia”.
Quizás estos estereotipos, descritos de manera muy burda, me hagan llegar a una reflexión: quizás los medios para sostener cierta posición o bien, sobrevivir, nos hace homologarnos como una sociedad, por un lado pintoresca, pero por otro altamente creativa. Quizás los fines sean cuestionables, porque lo más seguro es que estos prototipos de personajes mexicanos no tengan la menor idea a dónde van, pero finalmente, logran su cometido aparente: sobrevivir.
En nuestra industria también hay ciertos negocios que pueden clasificarse como momentáneos, pero que de alguna sirven para sobrellevar una profunda crisis: cuando la industria no da para más, existen ciertas alternativas, como puede la venta de acceso de servicios de telecomunicaciones, Internet, telefonía celular, etcétera, que nos ayudarán a continuar. El que busca finalmente encuentra.
Pero la reflexión final de basarse no en esta realidad aparente, sino es su verdadera sustancia: ¿sabemos en realidad a dónde vamos, como personas y como empresa? O bien, corremos por correr…

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